Del monólogo al diálogo
En ética, la tradición dialógica es muy antigua, arranca de Sócrates y pasa y pasa el personalismo de autores como Martin Buber. Actualmente resurge con fuerza en la ética discursiva creada por Karl Otto Apel y Jürgen Habermas que tiene la peculiaridad de intentar poner en diálogo la ética kantiana. Estos autores opinan que la aportación kantiana es óptima, pero carece de un defecto: considera la racionalidad moral, cuando en realidad es dialógica. Las personas no llegamos a la conclusión de que una forma es correcta de forma individual, sino a través del diálogo con los demás.
El test del discurso
Esto trata de averiguar si una normal es moralmente correcta o no, por ejemplo ¿estaba bien considerada la norma que obligaba a los varones mayores de edad a prestar servicio militar durante un tiempo?
Si fuéramos kantianos estrictos, tendríamos que someter esa forma del test del imperativo categórico. En cambio, la ética discursiva propone someterla a un diálogo entre los afectados por la norma, que recibirá el nombre del discurso. Lo que entendemos por discurso no es una charla, conversación, tertulia o debate; sino un diálogo especial en el que han de respetarse las siguientes reglas:
-La participación de cualquier sujeto capaz de usar el lenguaje y actuar.
-Cualquier participante puede polemizar sobre cualquier afirmación que haya formulado el mismo u otro.
-Cualquiera puede introducir el discurso, lo que implica libertad para argumentar, presentar pruebas o introducir nuevos datos respecto a aquello que se trata.
-Cualquiera puede expresar sus posiciones, deseos, necesidades o intereses en relación con el asunto del que se trata el discurso.
-No se puedo impedir que ningún participante en el discurso ejerza sus derechos mediante ningún tipo de coacción (insultos, amenazas, violencia, soborno...) ya sea por otro participante o por alguien externo.
El test del discurso
Para que la forma del discurso pueda ser considerada como moralmente válida son necesarios estos dos principios:
1-El principio de universalización, se corresponde con el imperativo kantiano de la universalidad, que se formula teniendo en cuenta la situación del discurso: una norma será válida cuando todos los afectados por ella puedan aceptar libremente las consecuencias y efectos secundarios que se seguirían, previsiblemente, de su cumplimiento general para la satisfación de los intereses de cada uno.
2-El principio de la ética del discurso, se corresponde con la autonomía kantiana, pero reformulada dialógicamente: solo pueden pretender validez las normas que encuentran aceptación por parte de todos los afectados, como participantes en un discurso práctico.
Fdo: Laura Martín y Natalia Rodríguez